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DE LAS COSAS DE LA NATURALEZA (VII)

Aunque se había replegado del consumo de las redes sociales su piel tecnológica estaba manchada. Si podía jactarse de haber llegado a los 35 años sin ningún tatuaje, ahora se arrepentía de haber abierto tantos perfiles públicos en internet. En relación a usos del pasado, podría decirse que tenía un black out en todo el cuello. Sabía muy bien que en el mundo digital “todo contacto deja una huella”. Ahora la mayoría de los perfiles seguían abiertos pero solamente entraba de vez en cuando para revisar las bandejas de entrada y mirar de reojo las líneas de tiempo. Estos recorridos, a diferencia del zapping televisivo que arrastraba sedimentado desde el siglo anterior, habían llegado a representarle el hartazgo de lo siempre igual. La lengua totalizante de Facebook humedeciendo la cotidianeidad insignificante de casi absolutamente todos: desde personas desconocidas (adolescentes frente al espejo o jubilados en días de pesca) hasta profesores universitarios compartiendo el desayuno. Semejante flujo le resultaba agotador. Desde hacía poco además Facebook había adquirido un carácter fantasmal, en el sentido de que a partir de un algoritmo, que efectuaba un proceso de rastreo por las actualizaciones, obligaba a los usuarios a recordar fragmentos de vida que habían pasado años atrás, pero sobre todo porque otra masa de recuerdos, en el revés de actualizaciones nunca hechas, quedaba, como diría Trotsky, “en la noche oscura del yo aislado”. La brevedad de Twitter, que en sus inicios le había atraído, se había contorsionado hasta duplicarse: cada actualización, en el mismo tono cínico repetido en las diferentes cuentas, se había vuelto un bloque compacto de letras que invitaba a cambiar de ventana. El mosaico de Instagram, por otro lado, de reciente aparición, le había resultado esclarecedor: las fronteras difusas entre lo que la gente publicaba con pretensión industrial y las publicidades que aparecían en la misma línea de tiempo emulando un falso amateurismo evidenciaban los monstruos que, después de un siglo de existencia, habían producido los sueños de la razón vanguardista. Si al principio le resultaban divertidas las trasmisiones en vivo de Rodrigo Cañete en la oscuridad de un restaurante de Puerto Madero burlándose de los modales de Esmeralda Mitre a tres mesas de distancia, rápidamente lo iba a aburrir el aparente catálogo de taxi-boys y escorts en las playas de Río de Janeiro en que se iba a convertir esa cuenta, y por extensión toda la plataforma. Para Gaspar la vitalidad de las redes sociales había acabado con la muerte de Fotolog. En aquella época, en los márgenes de los perfiles de esa tribu urbana que se juntaba en las esquinas de todo el país con musculosas flúo y peinados en serie, había abierto una cuenta queriendo emular la voz de un idiota: /chequeten. Después de cada actualización diariamente recolectaba mensajes de incomprensión y de odio: en los coments los adolescentes solían insultarlo, por lo general repitiendo la palabra “down”, pero también le dejaban otras cosas; por ejemplo, fue durante el período del flog cuando vio que era posible dibujar con palabras y signos de puntuación, mucho antes de conocer el concretismo:

°°°°°°°°°°°°| ~.~

°°°°°°°°°°°°|

°°°°°°°°°°°°|\ Y pasé 

°°°°°°°°°°°°|_\ también

°°°°°°°°°°°°|__\ navegando

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,.-~*´¨¯¨`*?~-.¸,.-~*´¨  

En su computadora tenía varias carpetas que pretendían conformar una especie de trabajo arqueológico de ciertos discursos que habían aparecido con el cambio de siglo. Una de ellas se llamaba “MSN” y tenía un archivo con un copy and paste que decía así:

Gas says:

uus

Manu77 says:

que le dieron?

Gas  says:

saraza

Gas says:

Manu77 says:

jajajaj

Gas  says:

bananas por culo

Manu77 says:

y ahora andan con adrenalina

Manu77 says:

se la robo rodrigo del hospital

Gas  says:

de qué hospital

Manu77 says:

del español creo

cuando diego se accidento y lo fue a ver

Gas  says:

ah, diego se accidentó

Manu77 says:

se robaron adrenalina

Manu77 says:

si se partio en la moto

Gas  says:

se va a matar

Manu77 says:

se le cruzo un perrro

Gas  says:

jaja

Manu77 says:

la quiere vender

Gas  says:

uuh

Manu77 says:

dice que lloro tanto del dolor que se desmayo

Gas  says:

jajaj

Gas  says:

es que la motito es muy liviana y él tb

Manu77 says:

bordeando la villa qulmes

Gas  says:

yy

Gas  says:

che y se robaron adrenalina

Gas  says:

chamuyo

Manu77 says:

no yo la vi

Gas  says:

cómo es

Manu77 says:

lo unico que te puedo contar es que leampoya esta sellada y con el frio o el calor se achica el liquido o se expande mal

Manu77 says:

una ampoyo como de un centimetro y medio

Manu77 says:

1/4 de eso es mio

Gas  says:

y qué entraron a un laboratorio y vieron un tubo de ensayo una ampoya que decia adren y la robaron

Manu77 says:

si ponele

Gas says:

y la tomaron?

Gas says:

o se la inyectaron, o no sé qué carajo se hace con eso?

Manu77 says:

estan en etapa de estudio

Gas says:

ahh, que hablen con la monja verde

Manu77 says:

yo haria lo mismo

aver si me pico algo que me mata

Manu77 says:

huuu y esa?

Manu77 says:

con ese nombre debe saber de todo

Manu77 says:

eso es re endovenoso

Gas says:

sii

Manu77 says:

y nadie se va a animar

Gas says:

cinturón a la boca y mandale aguja

Manu77 says:

si te encuentran con un porro en tu casa es entendible

pero que les decis si te tienen que ir a buscar al hospital por meterte eso en la sangre

Manu77 says:

vos no fuiste a sierra con baltazar y alguien mas

y tenian adrenalina de mono o algo de eso

Gas says:

no, glándulas pineanas

Gas says:

mentira

Manu77 says:

haa

Gas says:

el pitufo llevó nomeacuerdo qué boludez y le dijo al negro que era heroina o algo así y se la hizo tomar con cucharita caliente por la boca

Gas says:

no, le dijo que era morfina

Manu77 says:

jajajajaja

Manu77 says:

jajajajaj

Gas says:

jaj, no: nomeacuerdo bien qué cosa era

Manu77 says:

un amigo el pitu

Gas says:

nada mortal

Manu77 says:

haaa

Gas says:

no esd que le hizo tomar sal dicendole que era merca

Manu77 says:

jajajajajajajajaajja

Manu77 says:

se re quemo

Gas says:

como ha pasado

Gas says:

creo que hutchinson una vez

Manu77 says:

que te tomaste vomito de ignacio

Gas says:

tomó

Gas says:

sal

Manu77 says:

en bonita

Gas says:

cómo

Gas says:

se re quemó que te tomaste…?

Manu77 says:

para

Manu77 says:

se quemo la napia con la sal

Gas says:

hucthinson?

Manu77 says:

para

Manu77 says:

nada

Gas says:

yo tomé vomito de ignacio

Gas says:

y qué pasó

Manu77 says:

si pensando que era birra

Gas says:

sí, y qué pasó con que se quemó quién qué cosa esa noche

Manu77 says:

no era otra cosa

Gaspar tomó el último trago de vino y dejó el vaso vacío en la mesa. En canal Gourmet una monja cocinaba un suflé de papa y queso. Fue al baño y se miró los ojos rojos de tanta televisión. Volvió al living y apagó el aparato. Sobrevino un momento de oscuridad y silencio que lo reconfortó. Fue a la pieza y se sentó en la cama todavía a oscuras, se sacó el pantalón y la fricción produjo electricidad. Unos relámpagos en miniatura iluminaron sus piernas y parcialmente los pliegues de las sábanas.

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DE LAS COSAS DE LA NATURALEZA (I)

La televisión es ordenadora de los ciclos diurnos y nocturnos, acomoda nuestras actividades en base a una programación. Este gesto arcaico y fascista le resultaba más atractivo que la disponibilidad aleatoria y en apariencia democrática de la web. La insidia de fijarte a un espacio y un lugar, paradójicamente, siempre le había parecido tranquilizador. Y cuando digo “mirar televisión” no me refiero precisamente al Tour de France. Hace unos días, por ejemplo, Gaspar se dio una dosis frente a la pantalla. Durante ocho horas, desde que caía el sol hasta las cuatro de la madrugada, su vida fue una continuación de imágenes producidas por otros. CN23: “Descenso al Maldonado”; un grupo vestido con mamelucos y cascos blancos caminaba por un entubado subterráneo repleto de basura que, según el entrevistado, tenían que limpiar para que escurriera el agua. Crónica TV: “La encontraron como NN a 16 cuadras de su casa”; una madre con una pechera estampada con la cara de una adolescente tomaba mate mientras una voz en off decía “la buscó doce años y estaba enterrada”. América 2: “El peaje extorsivo de Buenos Aires”; un periodista hablaba a cámara y en segundo plano un camión Iveco avanzaba sobre un paisaje multicolor de containers. CNN en español: “Líder de Cataluña todavía no ratifica declaración de independencia”; una multitud se manifestaba por las calles de Barcelona con banderas rojas y amarillas y una estrella blanca sobre un triángulo azul. En canal 9 había un compilado de escenas de animales: un chancho que sacaba una cerveza de la heladera, un caballo blanco que buscaba la correspondencia de adentro de un buzón en el espacio abierto de un establo y una gata doméstica que abría la puerta para salir al patio por sus propios medios. En Fox Sports pasaban un partido del Bayer Leverkusen, algo que se repetía desde unas semanas atrás cuando Lucas Alario había desembarcado en la liga alemana. ¿Cómo el resto de las personas no valoraba en su justa medida esta galería contemporánea de la cultura? The Filme Zone; Harry Angel, todavía sonriente, le decía a un policía incrédulo: “¡Ey!, ¿alguna vez viste El Club de Micky Mouse? Porque, ¿sabés qué día es hoy? Es miércoles, el día en que cualquier cosa puede ocurrir”. 

En la década del sesenta la televisión constituía la dimensión de lo público. En aquella época toda la audiencia veía el mismo acontecimiento, por lo general único, en un mismo momento y compartiendo el mismo cuadro de situación. Ahora en cambio forma parte de otra dinámica y otra lógica: se trata de la conformación de islas de consumo en las que los televidentes transitan recorridos basados en gustos específicos que justamente van formando comunidades aisladas y alejadas de una dimensión común. La televisión, en su pluralidad fragmentada, activa microclimas y solo en ocasiones, en momentos históricos de trascendencia que actúan como hiatos, vuelve a cumplir la función inicial. 

El día que cayeron las torres gemelas Gaspar estaba vestido de mujer filmando un trabajo práctico para la escuela secundaria. A la distancia, con casi 35 años, si tuviera que resumir una esencia originaria de la televisión recortaría esa transmisión en directo. Sin la peluca puesta pero todavía con los labios pintados se había quedado en silencio junto a sus compañeros de clase cuando la madre de uno de ellos había entrado a la pieza donde filmaban para decirles “Estados Unidos está siendo bombardeado”. En el televisor había una torre humeando sobre el skyline frondoso del Bajo de Manhattan. Era media mañana y,  al igual que el resto de occidente y que prácticamente todo el mundo, después de unos minutos pudieron ver un Boeing 767 entrar en la otra torre y dejar en la superficie vidriosa un hueco explosivo. Se trataba del vuelo comercial 175 de United Airlines. Una hora después vieron cómo la primera torre que humeaba al momento de haber prendido el televisor caía sobre sí misma, 110 pisos en el corazón financiero de Nueva York. Y a la media hora vieron cómo se derrumbaba la segunda torre, una escenificación literal de la caída de la bolsa de valores (el Dow Jones se desplomaría un 14 por ciento durante la semana siguiente, la caída más grande de su historia). Sin embargo, ya transcurrido el siglo XXI, Gaspar sabía que no se trató de una vuelta a foja cero: de toda esa pila de escombros y fierros retorcidos los peritos forenses habían recuperado los discos duros de las empresas. Pero eso sería después; ahora había que pegarse a la televisión, a las tomas aéreas de los helicópteros que mostraban una metrópolis con niebla a pleno sol. Lo mismo los días posteriores: Jorge Lanata en Día D, sentado sobre las letras del decorado, iba a explicar el terrorismo internacional pero también el miedo a las alturas de Minoru Yamasaki, el arquitecto principal del World Trade Center, y la lógica funcionalista de Le Corbusier, una ética (resumida en una estética) contra la que los terroristas, según Lanata, también habían apuntado. Un mes después Estados Unidos invadiría Afganistán, dando inicio a una nueva guerra televisada, y un año y medio después desembarcaría en Irak derrocando a Saddam Hussein, no mucho más que un monumento caído en una plaza pública, también televisado para todo el mundo en simultáneo. 

Gaspar se levantó y fue a la cocina a servirse un vaso de vino. Por la ventana podía verse que había llegado la noche en todo su potencial: la oscuridad cerrada, pocos autos pasando, el silencio solamente interrumpido por el canto de unos grillos. Se refregó los ojos calientes y volvió al televisor. El vino le produjo una caída de la ansiedad que supuso visible como las imágenes en la pantalla. En Canal 26 reproducían un audio de Ernesto Tenembaum donde decía que Elisa Carrió, en el debate de candidatos de TN, acababa de mostrar una faceta oscura cuando sostuvo que existía un veinte por ciento de probabilidades de que Santiago Maldonado estuviera en Chile. Todo este tiempo, los años pasados, Tenembaum no había sido un operador político sino sencillamente un imbécil. Puso TN: “El plan de CFK para evitar la derrota”: la columna que Federico Andahazi (con un jopo que parecía de plastilina, lentes de pasta negros con las patillas naranja y un saco azul que le llegaba casi hasta las rodillas) hacía sobre la “psicosis de la expresidenta”, sentado en una barra con Alfredo Leuco, que a su vez había hecho un editorial de aproximadamente cuarenta minutos sobre “un plan sistemático de mentiras a la sociedad”. La televisión, sin lugar a dudas, era la ventana más palpable a la vida pública. (Sigue acá – Parte 2)

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PLAZA DEL SOL Y BALVANERA: APUNTES SOBRE LAS PLAZAS SECAS DEL PRO

Por Ismael Blanco

Al principio en Bahía Blanca la municipalidad tuvo la idea de sacar un crédito del BID para remodelar parte del centro, lo que incluía a la Plaza Del Sol. Como eso se hizo medio lento pasaron al plan B (cagate de risa): que un privado haga 150 cocheras subterráneas abajo de la plaza a cambio de la concesión de esas cocheras por 50 años. Hasta acá el manual de operaciones del Pro (en su actual morofología cambiemita) con sus construcciones engañosas de lo “público-privado”, donde lo público empieza a desdibujarse bastante, al menos como administración responsable del bien común.

Pero el “cagate de risa” es un poco más grande: el proyecto de las cocheras prevé bajar los desniveles de la plaza a ras del suelo y, pequeño detalle, sacar todos los árboles existentes. Esto activó críticas de los ambientalistas, que se fueron sumando a las de un grupo considerablemente mayor. La gente que vive en los edificios lindantes, como el Taberner, gente que constituye en gran medida el núcleo duro de sus propios votantes no ven con buenos ojos que le hagan una excavación de 5000 metros cúbicos al ladito de los cimientos construidos hace 65 años. Esto complicó bastante la cosa y los inversores empezaron a mirar de reojo el panorama, porque son inversores locales y al parecer no quieren quedar pegados ante la opinión pública en un proyecto que desde el vamos (y por varios aspectos) se recorta como polémico.

Pero el proyecto además de tener dudosas consecuencias en lo económico y urbanístico impacta en un aspecto sensible como es el cultural. Efectivamente la plaza tiene una historia compleja pero bastante rica, que el diseño minimalista y seco parecería venir a cepillar. Esto, amigues míes, no es un dato menor.

¿Por qué digo “compleja”? Porque si vamos a reivindicar la memoria colectiva no hay que soslayar que la plaza fue creada en un momento oscuro del país, específicamente en 1977. “Del Sol” es el nombre que se le puso en aquel entonces y que sobrevivió hasta nuestros días, pero hoy también es la Plaza De La Memoria, justamente por una operación de apropiación que hizo del lugar un gran monumento histórico. En los papeles es la Plaza Lavalle pero también es el escenario donde se desarrolló la mítica Feria De La Cultura durante los ochenta, en la que se destacaron figuras como el trafkinstar Mauro Fernández o el poeta Sergio Raimondi (que desde los edificios cercanos tiraba avioncitos de papel con poemas escritos), entre muchos otros. En síntesis: la plaza tiene una historia compleja que contiene varias plazas en su interior y que la estética del nuevo proyecto amenaza con desaparecer.

Y digo “desaparecer” y entiendo el peso político del término, no como Mario Minervino, que en la serie de notas un poco panfletarias en La Nueva Provincia sobre este mismo tema, cuando hace el relevamiento de la historia de la plaza, mete lo siguiente; dice: “En 1971 (…) la comuna improvisó un estacionamiento vehicular, gratuito y elemental. Durante años sirvió para eso hasta que salió el sol. En 1977 la firma Di Tullio…”, etcétera. ¿En serio Mario en el 77 salió el sol? Recomendación periodística: o manejar mejor el inconsciente o comprar una balanza digital que pese con más precisión las palabras y los juegos de sentido.

La cuestión es que todo este affaire en torno a las plazas posibles para ese espacio del centro de Bahía Blanca me llevó a revisar otra plaza, esta vez ya concretada, en el barrio porteño de Balvanera, porque permite que pensemos determinadas constantes que parecerían solo estéticas pero que sobresalen a la vez como políticas: esta última es también una plaza problemática, seca y del Pro. La diseñó el artista (y yerno de Mauricio Macri) Pablo Siquier y es la plaza que ilustra la vista aérea en la foto principal de este posteo.

Si bien las situaciones no son del todo coincidentes, la comparación sirve para proyectar un margen de posibilidades y sobre todo para entender qué concepción de lo público encierran estas plazas que más que puntos de encuentro son (o pretenden ser en uno y otro caso) un lugar de paso para estacionar un auto y una configuración visual para apreciar desde un dron. En esta nota de Rosaura Barletta se recopilan opiniones de los vecinos y creo que sirven porque en un futuro podrían ser las mismas de los habitantes del Taberner, si es que las cocheras se hacen y sus cimientos las soportan:

“Es una plaza que excluye a la gente, es una plaza que parece de paso porque no hay un solo lugar donde quedarse. Los usos básicos de una plaza porteña, en un barrio popular como Balvanera, son reunirse, tomar sol, tomar mate, leer un libro, jugar a la pelota. Acá es imposible”.

“Los caminos son tan angostos y tienen esas piedritas que mi hijo el primer día se raspó la rodilla. ¡Estos tipos odian el pasto!”.

La comuna 3, donde queda la plaza de Balvanera, es la segunda de la Ciudad en menor cantidad de espacio verde: 0,38 metros cuadrados por habitante, menos del 10% que lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Los números de Bahía Blanca (y sobre todo los del centro de la ciudad) no son mucho mejores.

Dice Barletta sobre el final de la nota: “La inauguración de la nueva plaza volvió a poner en discusión una repetida demanda de los vecinos porteños: que la creación de espacios verdes tenga verde. Algo que el gobierno decididamente repele”. Esto nos lleva a pensar la demanda de los vecinos bahienses, que se están organizando para reclamar en contra de las cocheras pero sobre todo para que se valorice la plaza que está en virtual estado de abandono. La municipalidad decidió cortar el agua para que los trapitos no pudieran trabajar en el sector, por lo cual los árboles que todavía quedan no están siendo regados. Todo apunta a dejarla caer para proponer este tipo de intervenciones que encierra un negocio para unos pocos. Eso es lo que se debate por estos días: la fuente de agua (hoy seca), los desniveles, el anfiteatro (es decir, todo lo que proponen demoler), debería ser una posibilidad de encuentro y no una excusa para mandar las máquinas niveladoras.

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UN CUCURUCHO DE MIERDA EN LA FRENTE

La Guacha sobre la poética de Solari

Por MAF y GL*

50737511_2069010610056487_6547942758198280192_nUnos cuántos nos alegramos: por fin alguien se anima a hablar de eso. La bajada del título de tapa de la revista La Guacha de noviembre del 2018 dice que ese número se ocupa de “La poética del Indio Solari” y eso es mentira, es una redonda estafa. Y es una falta de respeto, si se entiende “respetar” como mirar algo con atención.

“Hubiéramos querido traerles a nuestros lectores, la opinión del Indio (…) No fue posible”, dice la nota editorial con sus habituales comas mal puestas. La nota introductoria lo vuelve a decir, esta vez con los paréntesis desubicados y un asomo redundante: “(…) intentar una y otra vez contar con la propia voz del protagonista (…)”. Esta sola idea parece ser cierta: salvo por el mero entusiasmo de algunos escritores/ escuchas, una lectura posible de la poesía de Solari no está en la revista. El Indio no está, no lo consiguieron.

Es justo señalar ahora unas pequeñas disidencias con el bruto del dosier: Rodolfo Edwards, con una nota un poco sobrada de palabrerío y falta de muestras, intenta por un lado una genealogía en la que se puede pensar (los personajes sórdidos del Arlt, Discépolo señalando los desatinos de su época) y por otro lado cierta impertinencia de los Redondos (es casi imposible hacerlos entrar en la tradición poética del roc argentino). También sucede que Aliaga tira alguna punta, aunque la relación con la escritura de Nicanor Parra resulte forzada.

La nota editorial de La Guacha -otra vez- aborrece de la academia, aunque la nombra –una vez sí, una no- con mayúsculas: “Si Wiliam Blake habla del cielo y el infierno la academia se hace hace pis”; ”La Academia (…) no ha tenido el valor todavía de abordar la producción de Solari como esta merece”; “(…) los parámetros de la academia que siempre recortan por lo más delgado y sancionan con el silenciamiento a las poéticas de matriz popular”.

Sin embargo, varios de los artículos del dosier están llenos de referencias académicas. O, más específicamente, mal vestidos con prendas sueltas que encontró al pasar un alumno de primer año de alguna disciplina social. A ver: De Mateo empieza con “(…) asir las producciones simbólicas” para después citar a: Borges, Alighieri, Valery, Kristeva y –cómo no- a Deleuze que como todos sabemos sirve para todo. Y, acorde al título de la columna, usa varios giros que son lugares comunes del discurso académico: “lectura inmanente”, “resignificada”, “rizomático”, “orden del discurso”, etc.

La columnita de Watkins empieza aludiendo a Derrida y a Benjamin (lo aclara él con sus paréntesis). La manera demagógica y acrítica en la que este autor usa la expresión “palabra empoderada” (en itálica en el original) merece un párrafo aparte que no vamos a escribir. “(…) lugares abiertos a las disputas de sentido”, dice en otro lado Ghigonetto. Es casi gracioso cómo la palabra “sentido” se repite en los artículos, de la misma abundante y descuidada manera en que la usan los estudiantes que recién empiezan letras.

¿Pero cuál es la crema de este heladito de mal gusto? ¿Con qué se rellena el cucurucho del bolazo? Lo más sustancioso es que, salvo el gesto francamente demagógico de citar a modo de título o colofón cachos de letras que sabemos todos, no se habla casi en ningún artículo de lo que promete la tapa: la poética del Indio Solari. Es lo que dice la editorial en un desliz de autenticidad: falta el Indio.

Sobran lugares comunes, pero no hay letras de Solari. Y menos las hay puestas en un contexto de especulación tal que este dé cuenta razonablemente de sus referencias, sus recursos, su estilo, su estética, el peso cultural de su discurso, su belleza. Hay opiniones, no hay ideas. Hay mucha metáfora casi siempre vacua, lo que no hay es una lectura apoyada en mecanismos intelectuales razonables. Casi todo va masomenos así: opiniones sin razones y sanata pseudopoética.

Aquí un poco de la sanata pseudopoética que hay en las siete sucesivas páginas del dosier. Claudio Lo Menzo: “aquelarre de emociones que hacen surco”, “y esa voz sincera que aflora con palabras movedizas”, “pulsa a corazón abierto”, “océano de otras almas que se cantan a sí mismas”. Martín Gómez: “estas líneas no pueden servir más que como una invitación a esos conjuros”, “es como si con los inclaudicables ojos que el Indio afirma haber alquilado para ver el mundo le hubieran sido dadas (sic) la capacidad de escudriñar”. Santiago Lo Menzo: “fundando la logia en la prueba del no soñar”. Kiki La Plume: “por eso el Indio se me aparece como una especie de mago neoplatónico o alquimista espiritual”. Watkins: “irrumpe una lectura del corazón y la memoria”, “lo aurático visto por Benjamin”, etc., etc., etc. Pareciera que la manera de ayudar a comprender la escritura del Indio que tienen estos tipos es decir cosas incomprensibles a los desgraciados lectores. Si el Indio escribe raro y vende, nosotros también, qué tanto.

Así como no contaron con el Indio, tampoco contaron con la posibilidad de un trabajo crítico (no importa si “académico” o no). “Tremendo arraigo popular” dicen muchos de los que escriben en este dosier, de maneras masomenos parecidas. ¿Eso quiere decir que lo escucha mucha gente o quiere decir otras cosas? Si quiere decir otras cosas, ¿qué cosas? ¿En qué letras del indio está puesto eso y cómo? ¿Qué quiere decir “popular” para el que lo escribe? La Guacha dice siempre que reivindica la “Poesía Popular”, alguna vez podría intentar explicar qué carajo quieren decir con eso.

En cuanto a lo que pone Edwards (la filiación temática con Arlt y Discepolo), nosotros entendemos que algo de eso hay, y creemos saber dónde lo hay, pero ya que está ¿no podría dedicar tres líneas a contárselo a otros? Aliaga postula algo interesante: “Solari llevó un público masivo a una zona de acercamiento a la poesía”, faltaría animarse un poco al “cómo” de tal cosa. “No bajar líneas (sic) es una forma de construir los poemas, una forma de delinear una poética”, escribe Ghigonetto. ¿Seguro que los textos del Indio no bajan línea? ¿Cómo es posible eso? ¿Hay algún texto de alguien que no baje línea?

Otra cosa que usan casi todos son las palabras “críptico” y “hermético”, y de manera equivalente. ¿Alguno podría tomarse el trabajito de explicar que no significan lo mismo y qué quieren decir con tales cosas? Si la obra de Solari tiene cientos de miles de seguidores, seguramente ellos algo entienden de lo que dice… ¿Alguno podría preguntarle al “pueblo”, a los que no hacen columnas en la revista, qué es lo que entiende de las letras de Solari? “Comunicación y poesía simultáneas, y esto es asombroso” pone Watkins, en el colmo de la tontera.

En este uso denodado de las palabras “críptico”, “hermético” y similares reside una parte de la estafa del dosier: se sugiere que la poética del indio es un misterio cerrado, que no se puede entender bien, que en tal caso hay que conformarse con balbuceos como los que se escriben en la mayoría de estos artículos. Y eso es otra mentira. Una mentira en este caso muy política, que juega con las posibilidades de poder de quienes aparentemente tienen una llavecita.

Los lugares comunes que aquí abundan no solo son habituales para el caso de las letras de Solari. Son lugares comunes de la crítica literaria ramplona, incluso de la crítica de arte en general. Se dice que quien oye completa el sentido, que los artistas tienen una antena que recibe cosas que los demás no reciben, que los textos tienen más de una lectura posible, que la voz del artista es única, que la voz del artista interpreta a todos, que la obra produce catarsis en el oyente, que la obra es experimental, que su lenguaje es nuevo, que desafía lo convencional, que su lenguaje es conmovedor, que todo es medio enigmático, que es imposible una lectura inmanente de la obra, que es necesario para entender combinar el pensamiento y el sentimiento y cosas así por el estilo, cosas que nos hemos cansado de leer desde hace mucho los que a veces leemos.

La introducción al dosier explica: “Lo que Solari ha construido en estos más de 30 años no depende de esta edición de La Guacha, claro”. ¿En serio alguien escribió semejante gansada? ¿No da vergüenza ajena? ¿No le da vergüenza a quien lo escribió? Tampoco parece a La Guacha interesarle la historia, porque se trata de más de 40 años de producción de los Redondos, no “más de 30 años”.

“No nos interesa la hegemonía del gusto o el canon oficial” repite la editorial. ¿Tenés un enemigo medio por defecto y ni siquiera lo conocés? Si no te interesa ni le prestás atención a eso ¿cómo hacés para darte cuenta si acaso hacés algo distinto? Si no sabés qué es el neoliberalismo, ¿cómo hacés política ahora?

Una vez Alf hizo vestir con carne muerta a los Tanner, su familia adoptada, para recordar una tradición de su planeta. Todos debían envolverse durante todo el día con chorizos, bifes de chancho de York, hamburguesas crudas. Ese gesto horrible les hizo ganar el amor del pequeño extraterrestre. Lo mismo hacen aquí los de La Guacha, vestirse con carne muerta para obtener favor: “Nos gustaría pensar que el querido JavieR ArduriZ hubiera aprobado y participado en un número como este”. Nosotros más bien creemos que nuestro querido RobertO BuenO, escritor y pintor bahiense también fallecido y amigo de ArduriZ, le hubiera avisado a ArduriZ que esto era una chantada.

 

* Mauro Ariel Fernández conduce Relámpago de Sémola (casi un programa de rock), que se emite semanalmente por la radio de la UTN Bahía Blanca (93.5). Germán Ledesma es uno de sus colaboradores.

 

 

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LA MUERTE Y YO. ALGO SOBRE EL ESTADO DE COSAS EN BAHÍA BLANCA

tumblr_mgmoidv2HC1qelemfo1_500A principios del 2016, sentado en una curva que sube a Villa Cerrito, Maxi me dijo que íbamos a empezar a ver pasar los pibes con bolsitas de Fortex, una postal repetida durante los noventa. Los dos crecimos al calor del menemismo neoliberal en barrios alejados del centro de Bahía Blanca y era común ver a los “mocos” jalando en los descampados y después encontrar las bolsas de nylon con una pasta verdosa y transparente. Ese era un poco el signo de nuestra época y lo aceptábamos como algo natural. Después, más allá de los debates ruidosos en la televisión, la verdad es que el peronismo tomó otra cara y esa imagen naturalizada se modificó sustancialmente: durante años largos dejamos de ver esos frutos raros en las ramas de los árboles, colgando con todo el peso de la segregación, y pasamos a ver las caras iluminadas por las pantallas de las netbooks que los pibes se llevaban de las escuelas de esos mismos barrios. Esto puede sonar maniqueo e incluso capaz lo sea, pero en clave visual también es un dato concreto.

Ahora, en pleno 2018, en Bahía hay una ola de violencia y muerte que dista mucho de ser una metáfora. A varios hechos aberrantes se le suman la muerte por sobredosis de una chica de 15 años, abandonada en un hospital público, y la de una de 19, según información oficial apuñalada por tres menores cuando le quisieron robar una mochila. La chica de 15 era integrante de la Orquesta Escuela del Barrio Miramar, desarticulada por el gobierno municipal de Cambiemos. Es decir: supo tener un espacio de contención hasta que la lógica fría del ajuste presupuestario la dejó dando vueltas en la calle, muy a su deriva. Los tres chicos que mataron a la de 19, como me avisó Maxi, iban jalando pegamento en el barrio Rucci, sin un proyecto de vida y alejados de la educación formal. Los medios de comunicación y muchos oyentes que graban sus audios de whatsapp hablan de la droga como un ente autónomo y demoníaco que corrompe y pervierte, y se suman al discurso enlatado del narcotráfico como elemento subversivo, que bajan los mismos que hoy llevan adelante las políticas de desguace del Estado. Como en los noventa, se trata del tejido social, ese que estuvo más o menos parchado en la década anterior y que hoy vuelve a mostrar agujeros que significan precarización de las condiciones materiales, pero también de la propia existencia en términos filosóficos.

Saber eso: darle la venia a policías para que disparen por la espalda no recompone ningún tejido. Destrozar las casas de los que supuestamente mataron en un viaje de tolueno, tampoco.

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¿QUÉ ES ESTO?

Sobre el recital del Indio Solari en Olavarría

Por G.L.

Aunque sea tarde cabría pensar, con todo lo paradójico, al indio como un hombre de Estado. ¿Pero de uno de qué tipo y que contiene qué cosa?

Por supuesto también hay que pensar el acontecimiento de hace dos noches. Y habría que hacerlo incluso más allá del aspecto sociológico, sobre el fondo de su obra estética. A mí no me da la cabeza, no es algo que pudiera hacer ahora.

En cuanto a la organización, hay algunos consensos que efectivamente son ciertos: la descomunal cantidad de gente queda librada a sus propias fuerzas. Y me parece que ese es un poco el punto filosófico del indio: tenemos que cuidarnos entre nosotros. Cabe la posibilidad de dos muertos, de siete, de quince y también la de ninguno. En principio, afuera casi no hay policías y eso es un mérito del poder de convocatoria que excede la potencia de un orden en cuanto represivo. Pero adentro lo mismo: la organización queda insuficiente teniendo en cuenta la magnitud del show. Y la cuestión de los millones no es una cuestión relevante, a no ser que decidiéramos pensar, en términos de sustentabilidad, esa lógica de que una parte paga la seguridad de un todo que la supera ampliamente. Lógica que eso: mientras sea sustentable (incluso con la posibilidad de desenlaces fatales) no admite mayores cuestionamientos.

Después está la noticia y toda la carroña mediática.

En cuanto a lo que contiene ese Estado anárquico del indio y su relación con él mismo en cuanto líder carismático, Olavarría dejó alguna cosa. ¿Qué dice ese cuerpo inorgánico, no homogéneo, con trescientas-y-pico-mil cabezas? Esto no es fácil de decodificar, ni siquiera desde arriba del escenario. Desde abajo, en cambio, algunos puntos están más claros. Antenoche, a partir del tercer tema hubo un recital ortiva porque no se pudo más que seguir bailando arriba de un muerto, y palabras entre líneas. Más allá de las aristas espectaculares, omnipresentes y agotadoras de la noticia en la televisión, hay el dato para ese cuerpo monstruoso que sigue al indio. El pelado está cansado y no tiene más ganas de seguir poniendo a prueba, contra la masa, el poder de su lengua.

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TODO APARATO ESTÁ CONTENIDO EN OTRO DE SUPERIOR JERARQUÍA

Según Flusser “hay dos programas entrelazados dentro de la cámara: uno mueve la cámara para producir automáticamente las imágenes, y el otro le permite al fotógrafo jugar. Sin embargo, hay otros programas escondidos debajo de estos dos: uno compuesto por la industria fotográfica (que ha programado la cámara); otro compuesto por el complejo industrial (que ha programado la industria fotográfica); otro, compuesto por el complejo socioeconómico, y así sucesivamente”.

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CRÓNICA DESDE LA ZOMBERA

Por Rosa O`Henry

Gilda resucitó sólo para vomitar un poco y se enterró rapidito, los fanáticos se conformaron con la chica sobre ruedas. El hombre hizo lo que sabe: bailó. La coreografía muy sucinta y sin despilfarro de talento, acorde a los tiempos que corren o empiezan a correr. La jovencita lo miraba, dicen algunos, con estupor. También hay quienes dicen con admiración, con sorpresa, con incomodidad, orgullo, asco, intriga, sin deseo, etcétera, como siempre hay para todos los gustos. Eso sí, orgullosa en su tarea de sostener la banda (la doblaba como una bufanda) mientras su zombi se movía al ritmo de la aspereza vocal de su otra dama minusválida.
Algunos esperaban millones de zombis copando la plaza pública, no eran tantos pero también cantaban y bailaban con entusiasmo, con amor, con esperanza, todos juntos, sí se puede, sí se puede, sí se puede, sal si puedes…
Te juro que continuará.

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CONTRAPUNTO A FLUSSER

Lo «palpable» no en los escombros sino en la materialidad de una pantalla. Milton Läufer y el atentado a la AMIA:

«Yo vivía a media cuadra de la AMIA y estaba ahí cuando explotó. Fue durante las vacaciones de invierno de la secundaria y me había quedado toda la noche leyendo. A eso de las ocho de la mañana me fumé un porro y me fui a dormir escuchando «Shine On You Crazy Diamond”. No había nadie de mi familia en la casa, sólo la mujer que limpiaba, Soledad. Cuando empezaba el arpegio de guitarra, hubo algo que no se podría llamar un ruido, fue una presión particular, como si el espacio se hubiera contraído de golpe. La luz se cortó por un segundo. Cuando volví a escuchar sonidos, había un helicóptero sobrevolando y Soledad, que es peruana, llegó gritando “¡nos bombardean, papacito, nos bombardean!”, porque estaba muy marcada por los atentados de Sendero Luminoso. Salí al balcón y sólo había polvo, no se veía nada. A los pocos minutos alguien pedía frazadas por la calle a los que mirábamos por las ventanas o balcones (es el día de hoy que no entiendo bien por qué) y yo junté todas las frazadas de la casa y fui departamento por departamento pidiendo. Nadie sabía qué pasaba, la policía ni siquiera coordinaba las acciones (el que iba dando instrucciones fue un tipo que de casualidad tenía un megáfono), durante horas se pensó que había sido un escape de gas, ni sabíamos si teníamos que evacuar la zona porque se podía dar otra explosión. A pesar de haber estado casi nueve horas ahí y de haber sido testigo de cosas que deberían ser fuertes, recién sentí algo cuando a la noche me fui a lo de mi viejo y vi en la televisión cómo una losa del techo se caía y mataba a varios bomberos. Sólo cuando vi la escena en una pantalla lo que pasaba se volvió real.»

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