Archivos Mensuales: octubre 2015

CONTRAPUNTO A FLUSSER

Lo «palpable» no en los escombros sino en la materialidad de una pantalla. Milton Läufer y el atentado a la AMIA:

«Yo vivía a media cuadra de la AMIA y estaba ahí cuando explotó. Fue durante las vacaciones de invierno de la secundaria y me había quedado toda la noche leyendo. A eso de las ocho de la mañana me fumé un porro y me fui a dormir escuchando «Shine On You Crazy Diamond”. No había nadie de mi familia en la casa, sólo la mujer que limpiaba, Soledad. Cuando empezaba el arpegio de guitarra, hubo algo que no se podría llamar un ruido, fue una presión particular, como si el espacio se hubiera contraído de golpe. La luz se cortó por un segundo. Cuando volví a escuchar sonidos, había un helicóptero sobrevolando y Soledad, que es peruana, llegó gritando “¡nos bombardean, papacito, nos bombardean!”, porque estaba muy marcada por los atentados de Sendero Luminoso. Salí al balcón y sólo había polvo, no se veía nada. A los pocos minutos alguien pedía frazadas por la calle a los que mirábamos por las ventanas o balcones (es el día de hoy que no entiendo bien por qué) y yo junté todas las frazadas de la casa y fui departamento por departamento pidiendo. Nadie sabía qué pasaba, la policía ni siquiera coordinaba las acciones (el que iba dando instrucciones fue un tipo que de casualidad tenía un megáfono), durante horas se pensó que había sido un escape de gas, ni sabíamos si teníamos que evacuar la zona porque se podía dar otra explosión. A pesar de haber estado casi nueve horas ahí y de haber sido testigo de cosas que deberían ser fuertes, recién sentí algo cuando a la noche me fui a lo de mi viejo y vi en la televisión cómo una losa del techo se caía y mataba a varios bomberos. Sólo cuando vi la escena en una pantalla lo que pasaba se volvió real.»

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HISTORIA DEL GALLEGO

El gallego (70) una vez estaba en el café de Sportiva y en la mesa de al lado se sentaron dos minas. Me lo contó ayer en el gimnasio. Una le dijo a la otra: “¿vos qué preferís: garchar o masturbarte?”. Y la otra le respondió: “garchar, porque conocés gente”.

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EL JUEGO DE LA TELEVISIÓN

Un brasilero en San Pablo, avanzada la noche, mira un partido de fútbol por televisión que se está jugando en Tokio, entre jugadores de Porto Alegre y alemanes de Hamburgo. Este brasilero se entusiasmó mucho cuando el equipo de Porto Alegre hizo un gol en tiempo suplementario. “En vez de calcular el largo de las sombras, proyectadas por los jugadores, a fin de constatar cómo la tv sincroniza, la noche paulista con la mañana japonesa, y el verano brasileño con el invierno japonés”, el brasilero deja que el programa lo entusiasme: esto es, que se le pegue un poco el entusiasmo de los jugadores. Pero como sabe que hay otros elementos implicados además de los jugadores, cuando termina la transmisión, sale de su casa para tocar las flores del jardín. Para aferrarse, en sus propios términos, a algo “palpable”.

Los jugadores sabían que estaban siendo filmados, y que sus familias y amigos los iban a ver en Porto Alegre. En parte, esto los entusiasmó.También sabían que con las imágenes del partido iban a hacer una película, para pasar en los cines brasileros, alemanes y del resto del mundo. En parte, esto también los entusiasmó.

Capaz los jugadores nunca hayan estado en Tokio. Y lo que se vio fuera apenas una cinta montada. Capaz los jugadores hayan hecho un gol en el programa brasileño y los alemanes uno en el de Hamburgo. Capaz el gol haya sido brasileño en los dos programas, y mientras los brasileños vieran una historia de victoria, los alemanes, de acuerdo a una ideología arcaica diferente, hayan disfrutado una historia de derrota.

El juego, en apariencia el fútbol, capaz sea en realidad el juego de la televisión.Y los jugadores no otra cosa sino sus piezas. Y los operadores, a su vez, otras piezas, en el metajuego de los programas de la televisión del mundo.

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(pedazos de Vilém Flusser, por momentos casi textual y por momentos no)

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ALGO SOBRE APRETAR TECLAS

«Al apretar las teclas de mi máquina, toda mi existencia se concentra sobre las puntas de mis dedos. Debo al inventor de las teclas y al productor de la máquina esta libertad mía. Gracias a ellos, toda mi ‘interioridad’ fluye hacia las teclas, para concentrarse en ellas y después fluir hacia el espacio público a fin de alterarlo. De manera que apretar teclas es para mí el gesto de la publicación, de la libertad política en el sentido exacto del término. Y esto no es una mera sensación mía: es la sensación de todos los pulsadores de teclas, incluso la de los productores de tecno-imágenes»

(Vilém Flusser)

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A este poder «publicador» y «creador» del apretar teclas (máquina de escribir, piano, filmadora) le opone un apretar menos entusiasta (tv, lavarropas, lámpara de escritorio). «Es difícil entusiasmarse por tales teclas, a no ser en publicidades que venden lavarropas. Estas teclas, lejos de entusiasmar, nos dan la sensación de que estamos actuando de manera programada».

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