BLACK MIRROR VIBES

El votante de Milei le dio una vida más al kirchnerismo. Y también a Macri. Eligió la grieta sobre la vida «normal» (charlas insustanciales moduladas por el sonido monocorde de un reordenamiento fiscal y, en un futuro, el de los superávit gemelos).

No habrá vida normal. Habrá tensiones hasta la exageración. Habrá hiper.

Habrá una sociedad más politizada que nunca.

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DESPUÉS DEL MASSAZO

Por Ismael Blanco (23/10/2023)

Gran acierto del equipo de comunicación que Massa haya dado el discurso solo, porque los últimos meses fueron eso: Massa, Massa, Massa.

Anoche, en un posteo, yo decía que el mayor desafío del kirchnerismo será dejarlo hacer, es decir, darle efectivamente los comandos que guían la dirección del gobierno, lo que significa (así lo dije) «ir hacia la propia desaparición». Y entiendo que la figura es demasiado extrema, porque -por supuesto- no se trata del fin del kirchnerismo (como quieren Bullrich, Milei y supuestamente Alberto) pero sí de la comprensión del momento histórico que pide otro tipo de conducción. Entonces -ajusto ahora-, el kirchnerismo tendrá que entender que lo que toca, al interior del frente, es una especie de relativa subordinación.

Axel ganó la provincia por veinte puntos, Mayra Mendoza ganó Quilmes, Selci hizo lo propio en Hurlingam y así en varias otras localidades del interior. Hay kirchnerismo y lo va a seguir habiendo. Pero justamente Mayra (en tándem con Máximo) salieron al cruce de Axel unas semanas antes de las generales cuando este último habló de «escribir una nueva canción». Lo tildaron de egoísta, le dijeron, con la cita remanida del indio, que juega a «primero yo y después yo y a las migas para mí». De ahí la inquietud: si una declaración como la de Axel activa respuestas que derivan en semejante exposición pública, ¿qué pueden hacer con Massa cuando haya que -inevitablemente- tomar medidas a largo plazo para estabilizar la macroeconomía?

Massa no es Alberto, por eso si gana «será el massismo», es decir, pasará tal cosa desde lo político y quizá, si logra desanudar el quilombo interno, también en lo social. Será el presidente que el espíritu de la época pida (para bien y para mal). En esa escena es Máximo y compañía quienes tienen que recordar la cita del indio, pero no para enrostrarla al resto sino para no caer en cálculos que terminan siendo cuentas muy chiquitas.

Por ahora esto es lo que hay: Massa arriba del escenario, solo, artífice único de lo que puede ser un verdadero milagro si es que llega a ser el próximo presidente. Después vemos.

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FRAGMENTOS DE UN INTERCAMBIO EPISTOLAR

Por Ismael Blanco

Mi librito falopa encontró un lector nuevo (el anterior había sido Rosa O´Henry, quien sintetizó: “es una no novela no gustable”). La serie se cierra con Vera Miloideo, única lectora mujer, encargada de la ilustración de tapa. 

Este lector nuevo, Nicolás G. Swaels, me hizo una devolución cuyos fragmentos podrían funcionar como una reseña crítica o como contratapa. Transcribo algunos fragmentos a propósito de “No puedo escribir poemas” (el primero de los tres textos que contiene La vida mental) y cierto intercambio que se fue abriendo y que recupera, también, ciertas apreciaciones sobre la literatura del propio Nicolás. Dice sobre “No puedo escribir poemas”:

“Es una especie de ejercicio de un lector muy manija de Saer, pero que llega a este por Kafka. La palabra que se me viene a la mente para hablar del comienzo es fenomenología. Narrar la percepción”.

Sigue:

“La mudez habla como puede. De a poco el hilo de los significados parece ir formando una trama, un recorrido lógico (como el del colectivo: esperable), en este caso, bajo la tutela de la polifonía, y ahí es cuando de repente el sujeto de la experiencia se volvió un idiota. Eso se dice así: se dice un colapso. El testigo pasa de una posición más externa, más parecida a un receptor de estímulos, a la de un sujeto que padece: el neurótico que fantasea culposamente con ser el idiota, el encorvado”.

(…)

“Y después, una nueva transición hacia el mejoramiento: el viaje en el sueño tiene el semblante de un devenir en el que todo cambia de nombre. Pero es una fantasía, en esencia, neurótica o edipizante, dirían los Antiedipos. La del deseo del nombre propio, del cual se busca huir como sea. ¡Hay que salir! A donde sea, moverse. Es la misma fórmula de ‘Kafka. Por una literatura menor’: los personajes de K. no buscan la liberación, buscan una salida. Eso implica no ir a ningún lugar en particular, perderse más bien”.

(…)

“¿Desde qué lugar simbólico habla este sujeto, que es varios sujetos a la vez y varios deseos en uno? Esa idea (hecha procedimiento) me pareció extraordinaria. Es hipnótica –sin mediar hipérbole– la escena de las vías con esa sintaxis cortada como la respiración del poxi. La televisión idiotiza, y la droga. Ambos signos, en verdad, podrían ser conmutados uno por otro, como dice el sentido común, pero este texto nada tiene que ver con eso”.

La idea de ser “varios sujetos a la vez y varios deseos en uno” me interesó especialmente. De hecho, como le dije en el intercambio epistolar, vuelve a pasar en el segundo texto (“Papeles sobre la pobreza”) y es la base de algo que estoy escribiendo ahora (“Apología del pensamiento impuro”), y que está bastante influenciado por sus cuentos. La idea es tratar de ser varios a la vez: pensar con la cabeza de otra gente hasta quedar por momentos virtualmente disuelto.

Sobre sus cuentos, cuando los leí, le mandé un mensaje por Messenger:

“No marqué nada porque los leí en el celular, pero cabría haber marcado. El primero (sobre un pobre viejo en pandemia) ya se destaca por el trabajo con la lengua, una especie de Lamborghini pero Chernóbil. El segundo profundiza, es hermético y barroso, quizá más que los otros. Es Literatura como la de antes, con mayúscula. Barroso de Perlongher pero también de cangrejal. Del tercero me llamó la atención el conocimiento técnico del paisaje industrial portuario, que entra en serie con cierta literatura de acá siendo radicalmente otra cosa. La imagen del encamado al comienzo de ‘En humedal…’ es preciosa. No tiene desperdicio. Quizá algún día intente escribir literatura, así, en tercera y con atención formal. El libro es bueno, un jurado de concurso literario debería reconocerlo en algún sentido. Yo siempre termino en una especie de ‘autoficción’ (con perdón de la palabra), lo tuyo es otra cosa: un artificio; o sea, sos un artista. Es bastante impresionante el laburo que hacés con la frase todo el tiempo, una al lado de la otra, sin descanso, que incluso resulta agotador. Las líneas argumentales están, pero a veces se diluyen y no es problema porque lo que no desaparece son los ambientes, pesados, que son, al final de todo, el sentido del texto”.

Retomo dos cosas muy brevemente. 1) Lo de los premios, que parece una frivolidad. En realidad tiene que ver con pensar un circuito donde este tipo de textos está ausente porque resulta anacrónico, por lo pesado, desde donde construye su gran potencia crítica. El libro En humedal de sordos (así se llama) desde la primera oración afirma ser honesto en el sentido en que Leónidas (el otro Lambo) pensó su labor poética, cuando decía que “significa una condena”. “Hay en todo escritor un tipo que se inmola –sigue más adelante–, por todo lo que dejaste en el transcurso. Uno también es culpable, porque si me ponen estos papeles acá y me ponen a los que me quieren allá, me quedo con los papeles”. Me refiero a que hay un proyecto en la poética de Lamborghini pero también en la de Nicolás, y no exagero en la comparación porque en ambos casos se trata de un proyecto serio que busca indagar las posibilidades del lenguaje, incluso muchas veces cuando esto signifique dilapidar otras esferas de la existencia. Y eso, hoy por hoy, no resulta premiable, ni seleccionable, ni nada. Escribir literatura, como se desprende de la frase de Leónidas, si la vas a escribir en serio, es asumir la responsabilidad de quedarte solo.

Sobre el trabajo al nivel de la frase, me respondió Nicolás:

“La unidad es la frase. Qué bueno que te hayas detenido en eso, porque como flaubertianos –te incluyo– o modernistas ‘que retroceden’ no hay más allá. Es la imposibilidad, en verdad, de asumir que existe una unidad mayor de sentido lo que fuerza la retirada a la frase”.

Y 2) Que Nicolás construye un lector casi imposible. A sus cuentos les cabe también lo que decía perspicazmente O´Henry: son, en conjunto, “una no novela no gustable”. Y transitar esa zona literaria es una decisión política que se vincula con aquello de un proyecto honesto, bueno o malo, pero más allá de cualquier especulación: escribir en pleno siglo XXI, con lo que esto implica, para quizá ni siquiera ser leído. 

Pero vuelvo a lo que le decía en el intercambio epistolar, sobre la disolución del sujeto que narra. Le señalé eso y le agradecí el tiempo que se tomó para escribirme un mail. Me dijo:

“Yo me veo en la obligación de tomar en serio los textos que leo, de cualquier tipo. Pensá que estudio permanentemente novelas de bajísima calidad estética porque la crítica literaria para mí es como un sacerdocio y mi obligación es conocer lo que se escribe y hacerlo legible además por cierto frenesí iluminista que a uno lo domina. Entonces, como te decía, tu nouvelle (porque no es un cuento, eso lo tengo claro), que podría expandirse sin duda y tomar un formato novela, es interesante en varios aspectos. En lo concerniente a la antropología implícita que guía la acción, o la dilapida más bien, me parece correcta, adecuada, lícita la opción por la despersonalización; la comparto así como una ética y espero siempre cuando leo algo que los humanoides afloren, que los discapacitados simbólicos, ya sean opas u okupas de personalidad múltiple, se posesionen de las manifestaciones de lo real, es decir, todo lo que irritaba a Lukács y creo que hay que imitar por razones hoy históricas justamente! Lo pide la historia, o las metanarrativas que nos ofrece esta como consuelo poquísimo, para hacerla cagar. Creo en la confusión organizada. Milito esta fe en prosa. Por eso me comprometí enseguida cuando vi para dónde rumbeaba el encorvado ese. En cambio, abogo por la racionalidad en la poesía. Es raro. No tengo una justificación clara, pero así lo entiendo. Como juegos definidos con reglas antitéticas”.

Para cerrar, me interesa pensar que compartimos una política estética a la vez que no coincidimos en una política partidaria, lo que hace al ejercicio literario de una complejidad muy bella. Alguien con determinada malicia podría decir: “hay idiotas en las dos orillas del Río Bravo”. Mi respuesta a esa intervención sería: “exacto”. Porque el encuentro de dos idiotas, el reconocimiento mutuo de la idiotez compartida, como bien lo sabía Flaubert (síntesis de esos dos hombrecitos llamados Bouvard y Pécuchet) produce un verdadero regocijo. En cuanto a la idiotez, intentamos llegar a su centro etimológico, acertada o fallidamente, lo que implica el intento de producir una singularidad. Esa política estética, como decía arriba, está definida por el trabajo con la materialidad de la frase, contra ideas dominantes en la poesía actual; las que profesan –por ejemplo– poetisas de tuiter para quienes el poema no debe ser trabajado sino abandonado a las derivas de la información que circula de un lado a otro, de modo que se vuelva prácticamente indistinguible de eso que circula.

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CADA VEZ QUE VENGO A BUENOS AIRES

Cada vez que vengo a Buenos Aires tengo una sensación de pérdida. Me gusta recorrer sus calles pero me gana la impresión de que me estoy yendo de manera constante. Es que eso es lo que hago: venir para volver a irme más temprano que tarde. Siempre pensé que ese estado, entre mental y físico, tenía que ver con esta situación: vengo con frecuencia pero nunca viví acá.

Llegado un momento me di cuenta de que es algo que Buenos Aires contiene en sí. Hay en su propia constitución urbana, en sus edificios antiguos y sus rascacielos espejados, en sus calles angostas y sus avenidas anchas (todo eso atravesado por la lógica del tango que pervive como un sedimento barroso) un sentimiento de nostalgia constante.

La anécdota es conocida, la cuenta Martín Rodríguez en una nota de El Canciller:

El gordo Troilo vivía con Zita, su pareja, en un precioso departamento de la avenida Belgrano entre Solís y Entre Ríos, el barrio de Congreso. Pero una noche Aníbal estaba triste, con los ojos llorosos, frente a la ventana.

-¿Qué te pasa, Aníbal? -le preguntó ella.

–Extraño Buenos Aires.

Más adelante me di cuenta de que es algo que incluso excede a Buenos Aires. Sentirse extranjero en el propio medio parece ser una afectación universal. En una novela de DeLillo, uno de sus personajes femeninos en un momento recuerda el primero y el tercer verso de un poema de Basho:

“También en Kyoto… echo de menos Kyoto”.

“Le faltaba el segundo verso, pero no le pareció que fuera necesario”, dice el narrador. Y más adelante este personaje lo actualiza a su propia situación:

“También en Nueva York, pensó ella. Claro que estaba en un error en lo tocante al segundo verso del haiku. Le constaba. Fuese lo que fuese, tenía que ser fundamental en el poema. ‘También en Nueva York… echo de menos Nueva York’”.

Buenos Aires, Kyoto, Nueva York.

Me quedé pensando: ¿y en Bahía Blanca? No, en Bahía no me pasa.

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SOLICITANTE DESCOLOCADO

Por I.B.

Estoy escribiendo un librito sobre algunas cuestiones que tienen que ver con cierto registro medio cientificista y trato de entrar al lenguaje como si estuviera haciendo literatura, para compenetrarme, para meterme bien adentro, de la sintaxis, de la forma, porque la escritura es un viaje mental en sí mismo. Pero eso que decía Leónidas en el video de abajo, que tiene que ver con un trabajo poético en serio, con un tipo de escritura personal, con cierto «proyecto» decía él, es lo que marca la diferencia. La literatura es un tipo de implicancia radical. Yo puedo meterme en párrafos densos, a tal punto de llegar a perder el sentido de lo que estoy haciendo, pero la ilusión de fondo en ese texto es la de estar hablando con una comunidad; digasmolé: la comunidad científica. Escribir literatura, si la vas a escribir en serio, es asumir la responsabilidad de quedarte solo.

(PS: me refiero a lo que dice en el lapso que va del minuto 2.43 al 4.15)
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PLAZA DEL SOL Y BALVANERA: APUNTES SOBRE LAS PLAZAS SECAS DEL PRO

Por Ismael Blanco

Al principio en Bahía Blanca la municipalidad tuvo la idea de sacar un crédito del BID para remodelar parte del centro, lo que incluía a la Plaza Del Sol. Como eso se hizo medio lento pasaron al plan B (cagate de risa): que un privado haga 150 cocheras subterráneas abajo de la plaza a cambio de la concesión de esas cocheras por 50 años. Hasta acá el manual de operaciones del Pro (en su actual morofología cambiemita) con sus construcciones engañosas de lo “público-privado”, donde lo público empieza a desdibujarse bastante, al menos como administración responsable del bien común.

Pero el “cagate de risa” es un poco más grande: el proyecto de las cocheras prevé bajar los desniveles de la plaza a ras del suelo y, pequeño detalle, sacar todos los árboles existentes. Esto activó críticas de los ambientalistas, que se fueron sumando a las de un grupo considerablemente mayor. La gente que vive en los edificios lindantes, como el Taberner, gente que constituye en gran medida el núcleo duro de sus propios votantes no ven con buenos ojos que le hagan una excavación de 5000 metros cúbicos al ladito de los cimientos construidos hace 65 años. Esto complicó bastante la cosa y los inversores empezaron a mirar de reojo el panorama, porque son inversores locales y al parecer no quieren quedar pegados ante la opinión pública en un proyecto que desde el vamos (y por varios aspectos) se recorta como polémico.

Pero el proyecto además de tener dudosas consecuencias en lo económico y urbanístico impacta en un aspecto sensible como es el cultural. Efectivamente la plaza tiene una historia compleja pero bastante rica, que el diseño minimalista y seco parecería venir a cepillar. Esto, amigues míes, no es un dato menor.

¿Por qué digo “compleja”? Porque si vamos a reivindicar la memoria colectiva no hay que soslayar que la plaza fue creada en un momento oscuro del país, específicamente en 1977. “Del Sol” es el nombre que se le puso en aquel entonces y que sobrevivió hasta nuestros días, pero hoy también es la Plaza De La Memoria, justamente por una operación de apropiación que hizo del lugar un gran monumento histórico. En los papeles es la Plaza Lavalle pero también es el escenario donde se desarrolló la mítica Feria De La Cultura durante los ochenta, en la que se destacaron figuras como el trafkinstar Mauro Fernández o el poeta Sergio Raimondi (que desde los edificios cercanos tiraba avioncitos de papel con poemas escritos), entre muchos otros. En síntesis: la plaza tiene una historia compleja que contiene varias plazas en su interior y que la estética del nuevo proyecto amenaza con desaparecer.

Y digo “desaparecer” y entiendo el peso político del término, no como Mario Minervino, que en la serie de notas un poco panfletarias en La Nueva Provincia sobre este mismo tema, cuando hace el relevamiento de la historia de la plaza, mete lo siguiente; dice: “En 1971 (…) la comuna improvisó un estacionamiento vehicular, gratuito y elemental. Durante años sirvió para eso hasta que salió el sol. En 1977 la firma Di Tullio…”, etcétera. ¿En serio Mario en el 77 salió el sol? Recomendación periodística: o manejar mejor el inconsciente o comprar una balanza digital que pese con más precisión las palabras y los juegos de sentido.

La cuestión es que todo este affaire en torno a las plazas posibles para ese espacio del centro de Bahía Blanca me llevó a revisar otra plaza, esta vez ya concretada, en el barrio porteño de Balvanera, porque permite que pensemos determinadas constantes que parecerían solo estéticas pero que sobresalen a la vez como políticas: esta última es también una plaza problemática, seca y del Pro. La diseñó el artista (y yerno de Mauricio Macri) Pablo Siquier y es la plaza que ilustra la vista aérea en la foto principal de este posteo.

Si bien las situaciones no son del todo coincidentes, la comparación sirve para proyectar un margen de posibilidades y sobre todo para entender qué concepción de lo público encierran estas plazas que más que puntos de encuentro son (o pretenden ser en uno y otro caso) un lugar de paso para estacionar un auto y una configuración visual para apreciar desde un dron. En esta nota de Rosaura Barletta se recopilan opiniones de los vecinos y creo que sirven porque en un futuro podrían ser las mismas de los habitantes del Taberner, si es que las cocheras se hacen y sus cimientos las soportan:

“Es una plaza que excluye a la gente, es una plaza que parece de paso porque no hay un solo lugar donde quedarse. Los usos básicos de una plaza porteña, en un barrio popular como Balvanera, son reunirse, tomar sol, tomar mate, leer un libro, jugar a la pelota. Acá es imposible”.

“Los caminos son tan angostos y tienen esas piedritas que mi hijo el primer día se raspó la rodilla. ¡Estos tipos odian el pasto!”.

La comuna 3, donde queda la plaza de Balvanera, es la segunda de la Ciudad en menor cantidad de espacio verde: 0,38 metros cuadrados por habitante, menos del 10% que lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Los números de Bahía Blanca (y sobre todo los del centro de la ciudad) no son mucho mejores.

Dice Barletta sobre el final de la nota: “La inauguración de la nueva plaza volvió a poner en discusión una repetida demanda de los vecinos porteños: que la creación de espacios verdes tenga verde. Algo que el gobierno decididamente repele”. Esto nos lleva a pensar la demanda de los vecinos bahienses, que se están organizando para reclamar en contra de las cocheras pero sobre todo para que se valorice la plaza que está en virtual estado de abandono. La municipalidad decidió cortar el agua para que los trapitos no pudieran trabajar en el sector, por lo cual los árboles que todavía quedan no están siendo regados. Todo apunta a dejarla caer para proponer este tipo de intervenciones que encierra un negocio para unos pocos. Eso es lo que se debate por estos días: la fuente de agua (hoy seca), los desniveles, el anfiteatro (es decir, todo lo que proponen demoler), debería ser una posibilidad de encuentro y no una excusa para mandar las máquinas niveladoras.

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SCORSESE ES UNA BESTIA: A PROPÓSITO DE «EL IRLANDÉS»

Scorsese es una bestia y “El irlandés” es muy conmovedora. Por supuesto que habla de la mafia y el poder, pero antes que nada trata sobre la amistad, a secas, a lo largo del paso del tiempo. Por momentos pueden figurársenos nuestros padres, de 70, 75 años y verlos con un núcleo vital que pervive poderosamente, abajo, arriba o a través del colesterol, el ácido úrico y los problemas coronarios. No quiero hacer una crítica pensada pero cabría recortar escenas que son muy finas y ver cómo van construyendo un clima envolvente que se debe bancar las tres horas y media (yo la pausé un par de veces).

El especial “Detrás de cámara”, donde están los cuatro sentados en una mesa como de recepción de hotel tomando sus whiskys y sus martinis (Scorsese, De Niro, Pacino y Pesci) también es conmovedor, porque pone en abismo los grandes temas de la película: de nuevo la amistad a lo largo de una vida y la posibilidad de rescatar del fondo de la inevitable decadencia física ese impulso vital, que si uno es lo suficientemente inteligente puede durar hasta el último minuto. Ahí hablan de cómo la tecnología hizo posible una versión joven pero actualizada de cada uno frente a cámara y eso merecería un capítulo aparte.  

De la película, por encima de la tristeza que aparece como un reverso constitutivo de la propia amistad en la figura de la traición, yo me quedo con esto: que en la medida de lo posible no dejemos de ir a la casa velatoria a elegir nuestro ataúd, como quien va a comprar un saco. Y que si nos hacen precio elijamos el más lindo, el más verde y el más brillante.

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NOSOTROS YA PERDIMOS

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Por Ismael Blanco

Pensaba que esta puede ser la foto de perfil de Estado actualizado (nuestra página de Facebook sobre cuestiones políticas) para cubrir las elecciones. Más allá de la metáfora del juego, que es un lugar común en la jerga de la política (¿juega Cristina? ¿quiénes son los que van a jugar?) la imagen, como si estuviera pegada en un rectángulo de corcho en las oficinas de nuestra redacción, tiene que funcionar como un recordatorio. Es una postal expresiva de una derrota reciente, podríamos decir del fin del kirchnerismo. Y acá hay un conflicto que subyace en la elección de la foto: ¿cómo no caer en cierto derrotismo de cara a una nueva competencia por los votos?, e incluso más allá (porque la derrota del último kirchnerismo no fue solo electoral) ¿cómo administrar una mirada negra sobre las cosas con la posibilidad efectiva de volver a habitar el Estado?

Bueno, ese es el desafío que nos toca ahora, difícil, como nos tocó militar a Scioli en el 2015, la mayoría de nosotros siendo ciudadanos de a pie, cuando incluso sectores supuestamente orgánicos del kirchnerismo no lo militaron. Ahí una de las tantas claves de las distintas derrotas. Con el diario del lunes podríamos ir más allá y pensar la fórmula Scioli-Zanini ya como un problema con sus distintas aristas, es decir, la falta de una gran PASO que ordenara lo que estaba desordenado y que contemplara la posibilidad de absorber, llegado el momento, al idiota útil que resultó Randazzo. Igual si miramos la provincia esto puede ser discutible: el caso Fernández-Domínguez nos reveló que lo mejor era el dedo de Cristina y no una competencia interna que, mediante operaciones de prensa completamente destructivas, nos terminó debilitando. En todo caso, ahí van varias aristas que conforman la morfología asimétrica de nuestras distintas derrotas.

Pero la peor derrota que tenemos que tener presente, tanto para jugar las elecciones de octubre como para ocupar el gobierno llegado el caso, es la derrota cultural. Hay algo ahí, en los claroscuros y en los intentos concretos por dar la batalla del anterior gobierno (porque los hubieron y solo bastaría revisar los presupuestos para las diferentes áreas en épocas de gestión) que no resultó efectivo. Y con la candidatura de Cristina asomando se me viene a la cabeza esta infografía, que lejos de surgir desde un triunfalismo ciego se me aparece como significativa de nuestra propia derrota:

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Muchas veces solemos acordarnos y traer a colación aquel 54% pero no siempre tenemos presente el cuadro completo, que lo vuelve todavía más rotundo. Entonces cabría la pregunta sobre cómo se puede perder tanto capital político en un período relativamente tan corto. En esos términos, con los resultados puestos del 2015, la imagen funcionaría para pensar nuestra derrota específicamente en aquella batalla por conformar una nueva cultura política. Algo que se vuelve más intenso si revisamos los resultados electorales mesa por mesa, haciendo foco en los barrios donde viven los supuestos “choriplaneros” y donde ganó Macri invariablemente y por mucho. Pero en realidad, pensando en términos pragmáticos (otra vez con la candidatura de CFK en el horizonte) esa imagen también dice sobre cómo jugar una elección, que siempre es una foto y nunca una película completa. Puede resultar ilustrativa de que no existe una identidad dura de las grandes mayorías y que lo que hay que hacer es apuntar (y acertar) a esa indeterminación. Quizá algo hayamos aprendido en la derrota, del marketing político del Pro, de los focus group, sobre cómo salir a pensar ese monstruo de millones de cabezas que es el electorado argentino. Decía Benjamin cuando analizaba la emergencia de los nuevos medios de principios del XX: “pensar con la cabeza de otras gentes”, ahí la cuestión. Después, aprender otra cosa del macrismo resulta difícil, porque no solo gobiernan con una correlación de fuerzas muy distinta a la que podría ser la nuestra sino que también, cuando no tuvieron los fierros de todo el Estado, ganaron las elecciones justamente desde otra correlación con respecto a las corporaciones, a esa abstracción discursiva para nada ingenua que son “los mercados” y etcétera.

Ahora, recién decía “la candidatura de Cristina asomando”. Personalmente sigo la línea de Santoro (el bueno), que en una nota para el blog de Vertbisky sostuvo explícitamente que lo mejor que nos podía pasar era que no se presentara. Por supuesto él lo dijo hace poco más de un mes y los vaivenes de los distintos armados ya tiñen con matices la efectividad de su frase. Pero su idea es que hoy lo primordial es sacar a Macri, que es “el enemigo neto”, incluso a costa de que el gobierno sea ocupado por una forma del peronismo menos intensa y más moderada que la nuestra. Y para eso Cristina resulta fundamental: él habla de aplicar la estrategia de aproximación indirecta de Lidell Hart, quien fuera el estratega de Churchill. Santoro la resume así: “vos no tenés capacidad de fuego ni de tropa como para imponer las reglas de la batalla, las impone el enemigo, entonces hacés todo lo que el enemigo espera de vos (Cristina Presidente y etc.) pero llega justo el momento –tiene que ser preciso y es la clave– en donde cambiás el escenario y el enemigo se queda con todos los cañones apuntando hacia otro lugar”. Jugando con la foto de perfil de Estado actualizado podríamos decir que CFK es Messi: es la mejor de nosotros pero al mismo tiempo es mejor que no esté. Igual decía que por el escenario cambiante de la política esto parecería quedar viejo: los Lavagna, los Urtubey, los Massa que se quieren cortar solos o dibujan falsas unidades ponen en discurso la voluntad de dejar afuera a la forma del peronismo que tiene más caudal de votos: léase, a Cristina. Este panorama es el que termina avalando la necesidad de su candidatura.

De ser así, la tarea dificilísima de la época será militarla a ella (aunque resulte mucho más fácil para  nuestra conciencia interior que lo que tuvimos que pasar en 2015). Y es desde ahí que pienso en las imágenes de la derrota y en qué se puede sacar de todo eso. Supongo que algo deberíamos haber aprendido y que aquellos tragos amargos nos deberían constituir mejores que antes o al menos dar algunas noticias sobre dónde y cómo poner el oído para funcionar como receptores de las demandas insatisfechas de la población, que hoy son muchas y más que antes. O sobre cómo y con quién se gobernaría si se llagase a ganar un ballotage, es decir, si sería un gobierno exclusivamente de Cristina (con Máximo y Wuado sentados en la mesa chica) o si debería haber lugar para incluir formas “menos puras”, e incluso pienso en aquellos dirigentes que hoy no aceptan armar la unidad si es que esta viene con el kirchnerismo adentro. ¿Se podrá transformar ese núcleo duro de aceptación, que es un núcleo absolutamente parcial y parcializado, en una conducción más general? Algo así se preguntaba Santoro ¿Para algo puede haber servido la derrota? Si va Cristina, y parece que va a ir, estaremos todos atrás de ella y está bien que así sea, pero lo que yo digo es que no nos olvidemos de que, a diferencia de Stolbizer (que enunció una victoria ridícula en primera persona del singular), nosotros ya perdimos.

 

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UN CUCURUCHO DE MIERDA EN LA FRENTE

La Guacha sobre la poética de Solari

Por MAF y GL*

50737511_2069010610056487_6547942758198280192_nUnos cuántos nos alegramos: por fin alguien se anima a hablar de eso. La bajada del título de tapa de la revista La Guacha de noviembre del 2018 dice que ese número se ocupa de “La poética del Indio Solari” y eso es mentira, es una redonda estafa. Y es una falta de respeto, si se entiende “respetar” como mirar algo con atención.

“Hubiéramos querido traerles a nuestros lectores, la opinión del Indio (…) No fue posible”, dice la nota editorial con sus habituales comas mal puestas. La nota introductoria lo vuelve a decir, esta vez con los paréntesis desubicados y un asomo redundante: “(…) intentar una y otra vez contar con la propia voz del protagonista (…)”. Esta sola idea parece ser cierta: salvo por el mero entusiasmo de algunos escritores/ escuchas, una lectura posible de la poesía de Solari no está en la revista. El Indio no está, no lo consiguieron.

Es justo señalar ahora unas pequeñas disidencias con el bruto del dosier: Rodolfo Edwards, con una nota un poco sobrada de palabrerío y falta de muestras, intenta por un lado una genealogía en la que se puede pensar (los personajes sórdidos del Arlt, Discépolo señalando los desatinos de su época) y por otro lado cierta impertinencia de los Redondos (es casi imposible hacerlos entrar en la tradición poética del roc argentino). También sucede que Aliaga tira alguna punta, aunque la relación con la escritura de Nicanor Parra resulte forzada.

La nota editorial de La Guacha -otra vez- aborrece de la academia, aunque la nombra –una vez sí, una no- con mayúsculas: “Si Wiliam Blake habla del cielo y el infierno la academia se hace hace pis”; ”La Academia (…) no ha tenido el valor todavía de abordar la producción de Solari como esta merece”; “(…) los parámetros de la academia que siempre recortan por lo más delgado y sancionan con el silenciamiento a las poéticas de matriz popular”.

Sin embargo, varios de los artículos del dosier están llenos de referencias académicas. O, más específicamente, mal vestidos con prendas sueltas que encontró al pasar un alumno de primer año de alguna disciplina social. A ver: De Mateo empieza con “(…) asir las producciones simbólicas” para después citar a: Borges, Alighieri, Valery, Kristeva y –cómo no- a Deleuze que como todos sabemos sirve para todo. Y, acorde al título de la columna, usa varios giros que son lugares comunes del discurso académico: “lectura inmanente”, “resignificada”, “rizomático”, “orden del discurso”, etc.

La columnita de Watkins empieza aludiendo a Derrida y a Benjamin (lo aclara él con sus paréntesis). La manera demagógica y acrítica en la que este autor usa la expresión “palabra empoderada” (en itálica en el original) merece un párrafo aparte que no vamos a escribir. “(…) lugares abiertos a las disputas de sentido”, dice en otro lado Ghigonetto. Es casi gracioso cómo la palabra “sentido” se repite en los artículos, de la misma abundante y descuidada manera en que la usan los estudiantes que recién empiezan letras.

¿Pero cuál es la crema de este heladito de mal gusto? ¿Con qué se rellena el cucurucho del bolazo? Lo más sustancioso es que, salvo el gesto francamente demagógico de citar a modo de título o colofón cachos de letras que sabemos todos, no se habla casi en ningún artículo de lo que promete la tapa: la poética del Indio Solari. Es lo que dice la editorial en un desliz de autenticidad: falta el Indio.

Sobran lugares comunes, pero no hay letras de Solari. Y menos las hay puestas en un contexto de especulación tal que este dé cuenta razonablemente de sus referencias, sus recursos, su estilo, su estética, el peso cultural de su discurso, su belleza. Hay opiniones, no hay ideas. Hay mucha metáfora casi siempre vacua, lo que no hay es una lectura apoyada en mecanismos intelectuales razonables. Casi todo va masomenos así: opiniones sin razones y sanata pseudopoética.

Aquí un poco de la sanata pseudopoética que hay en las siete sucesivas páginas del dosier. Claudio Lo Menzo: “aquelarre de emociones que hacen surco”, “y esa voz sincera que aflora con palabras movedizas”, “pulsa a corazón abierto”, “océano de otras almas que se cantan a sí mismas”. Martín Gómez: “estas líneas no pueden servir más que como una invitación a esos conjuros”, “es como si con los inclaudicables ojos que el Indio afirma haber alquilado para ver el mundo le hubieran sido dadas (sic) la capacidad de escudriñar”. Santiago Lo Menzo: “fundando la logia en la prueba del no soñar”. Kiki La Plume: “por eso el Indio se me aparece como una especie de mago neoplatónico o alquimista espiritual”. Watkins: “irrumpe una lectura del corazón y la memoria”, “lo aurático visto por Benjamin”, etc., etc., etc. Pareciera que la manera de ayudar a comprender la escritura del Indio que tienen estos tipos es decir cosas incomprensibles a los desgraciados lectores. Si el Indio escribe raro y vende, nosotros también, qué tanto.

Así como no contaron con el Indio, tampoco contaron con la posibilidad de un trabajo crítico (no importa si “académico” o no). “Tremendo arraigo popular” dicen muchos de los que escriben en este dosier, de maneras masomenos parecidas. ¿Eso quiere decir que lo escucha mucha gente o quiere decir otras cosas? Si quiere decir otras cosas, ¿qué cosas? ¿En qué letras del indio está puesto eso y cómo? ¿Qué quiere decir “popular” para el que lo escribe? La Guacha dice siempre que reivindica la “Poesía Popular”, alguna vez podría intentar explicar qué carajo quieren decir con eso.

En cuanto a lo que pone Edwards (la filiación temática con Arlt y Discepolo), nosotros entendemos que algo de eso hay, y creemos saber dónde lo hay, pero ya que está ¿no podría dedicar tres líneas a contárselo a otros? Aliaga postula algo interesante: “Solari llevó un público masivo a una zona de acercamiento a la poesía”, faltaría animarse un poco al “cómo” de tal cosa. “No bajar líneas (sic) es una forma de construir los poemas, una forma de delinear una poética”, escribe Ghigonetto. ¿Seguro que los textos del Indio no bajan línea? ¿Cómo es posible eso? ¿Hay algún texto de alguien que no baje línea?

Otra cosa que usan casi todos son las palabras “críptico” y “hermético”, y de manera equivalente. ¿Alguno podría tomarse el trabajito de explicar que no significan lo mismo y qué quieren decir con tales cosas? Si la obra de Solari tiene cientos de miles de seguidores, seguramente ellos algo entienden de lo que dice… ¿Alguno podría preguntarle al “pueblo”, a los que no hacen columnas en la revista, qué es lo que entiende de las letras de Solari? “Comunicación y poesía simultáneas, y esto es asombroso” pone Watkins, en el colmo de la tontera.

En este uso denodado de las palabras “críptico”, “hermético” y similares reside una parte de la estafa del dosier: se sugiere que la poética del indio es un misterio cerrado, que no se puede entender bien, que en tal caso hay que conformarse con balbuceos como los que se escriben en la mayoría de estos artículos. Y eso es otra mentira. Una mentira en este caso muy política, que juega con las posibilidades de poder de quienes aparentemente tienen una llavecita.

Los lugares comunes que aquí abundan no solo son habituales para el caso de las letras de Solari. Son lugares comunes de la crítica literaria ramplona, incluso de la crítica de arte en general. Se dice que quien oye completa el sentido, que los artistas tienen una antena que recibe cosas que los demás no reciben, que los textos tienen más de una lectura posible, que la voz del artista es única, que la voz del artista interpreta a todos, que la obra produce catarsis en el oyente, que la obra es experimental, que su lenguaje es nuevo, que desafía lo convencional, que su lenguaje es conmovedor, que todo es medio enigmático, que es imposible una lectura inmanente de la obra, que es necesario para entender combinar el pensamiento y el sentimiento y cosas así por el estilo, cosas que nos hemos cansado de leer desde hace mucho los que a veces leemos.

La introducción al dosier explica: “Lo que Solari ha construido en estos más de 30 años no depende de esta edición de La Guacha, claro”. ¿En serio alguien escribió semejante gansada? ¿No da vergüenza ajena? ¿No le da vergüenza a quien lo escribió? Tampoco parece a La Guacha interesarle la historia, porque se trata de más de 40 años de producción de los Redondos, no “más de 30 años”.

“No nos interesa la hegemonía del gusto o el canon oficial” repite la editorial. ¿Tenés un enemigo medio por defecto y ni siquiera lo conocés? Si no te interesa ni le prestás atención a eso ¿cómo hacés para darte cuenta si acaso hacés algo distinto? Si no sabés qué es el neoliberalismo, ¿cómo hacés política ahora?

Una vez Alf hizo vestir con carne muerta a los Tanner, su familia adoptada, para recordar una tradición de su planeta. Todos debían envolverse durante todo el día con chorizos, bifes de chancho de York, hamburguesas crudas. Ese gesto horrible les hizo ganar el amor del pequeño extraterrestre. Lo mismo hacen aquí los de La Guacha, vestirse con carne muerta para obtener favor: “Nos gustaría pensar que el querido JavieR ArduriZ hubiera aprobado y participado en un número como este”. Nosotros más bien creemos que nuestro querido RobertO BuenO, escritor y pintor bahiense también fallecido y amigo de ArduriZ, le hubiera avisado a ArduriZ que esto era una chantada.

 

* Mauro Ariel Fernández conduce Relámpago de Sémola (casi un programa de rock), que se emite semanalmente por la radio de la UTN Bahía Blanca (93.5). Germán Ledesma es uno de sus colaboradores.

 

 

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